ACCIDENTES INFANTILES / LIBRO DE SALUD PUBLICA

martes, 10 de septiembre de 2013 | comentarios

Cada año mueren más de 400 niños menores de cuatro años por causa de accidentes...

Los niños experimentan hoy riesgos nunca antes imaginados por las generaciones precedentes. Esa es la contrapartida a los avances tecnológicos, que tanto han contribuido a enriquecer y facilitar nuestras vidas como a generar en ella nuevos riesgos, y los niños, por su naturaleza inquieta y curiosa, son las víctimas más propicias para sufrir las consecuencias.

Un accidente puede ser definido como una situación repentina, inesperada, fortuita, imprevisible, que puede resultar en daño o muerte. Teniendo en cuenta esto, se podría afirmar que la palabra accidente debería ser usada con criterio más restrictivo a la hora de describir algunas de las situaciones que vamos a plantear en este tema, puesto que más que situaciones fortuitas, o inesperadas, éstas son, en su mayor parte, riesgos prevenibles, y, por tanto, dejan de ser accidentales, ya que ese término implica casualidad, mala suerte, etc. La mayoría de las situaciones que describiremos a continuación son fruto, no de un fenómeno natural o del azar, sino de un descuido o de una negligencia en el cuidado de las cosas o de las situaciones que pueden provocar daño a los niños. Esta afirmación anterior no implica que todos los riesgos puedan ser eliminados; de hecho, desde que nacemos estamos en permanente peligro, pero, al menos, sí que podemos minimizarlos y disminuir sus consecuencias.

El nivel de riesgo de un niño va a variar en función de la edad, el sexo, el hábitat y los niveles educativo y de inteligencia del menor. Dependiendo de una u otra variable, así deberá ser nuestra intervención.

Hay cuatro factores educativos que son claves para abordar el tema de la seguridad infantil y que los padres, maestros o cuidadores de los niños, deben tener en cuenta:

1. Protección: Eso significa prevenir la situación antes de que suceda. Ej. No dejar cuchillos a su alcance, evitar dejar cables conectados a su alcance, cerrar bajo llave las medicinas y productos tóxicos, no permitirle circular por la cocina cuando hay algo al fuego, etc.

2. Disciplina: Implica el dictado de normas razonables de obligado cumplimiento por parte de los niños. Por ejemplo, no soltarse nunca de la mano del adulto cuando están en una calle, no asomarse al balcón, volver a casa a una hora establecida, etc.

3. Reglamentación: Eso lleva consigo el guiar el comportamiento del niño a través de reglas muy claras, que variarán de acuerdo con la edad y con el discernimiento del niño. A un niño de cuatro años no se le permite cruzar la calle solo. A un niño de 6 años se le permite cruzar la calle bajo supervisión y enseñándole a mirar; a un niño de 10 años se le permite ir a casa de un amigo que vive a dos bloques de su casa, siempre que regrese a una hora fijada por los padres, etc.

4. Enseñanza. Ésta es la más importante de las cuatro, ya que implica el compartir información con el niño y enseñarle a usarla, darle ejemplo con el propio comportamiento y no hacer delante de él lo contrario de lo que se le trata de enseñar. Por ejemplo, montar en bicicleta debe implicar siempre el uso del casco y no debe hacerse fuera de áreas seguras y sin conocer las señales de tráfico imprescindibles.

Respecto a la educación, es también conveniente señalar que a los niños se les debe ir otorgando grados crecientes de autonomía, para que vayan asumiendo riesgos adecuados a su capacidad de respuesta. En este terreno se da un error con frecuencia cometido por los padres hiperprotectores, ya que, con su excesiva protección, impedirían que los niños sepan enfrentarse a los riesgos en situaciones determinadas.

Es importante hablar mucho con el niño y enseñarle, básicamente, tres cosas:

1. A distinguir entre riesgos asumibles y otros que no lo son en absoluto.

2. A discernir la mejor manera de afrontar aquellos peligros que no pueden ser evitados de antemano.

3. El valor de la disciplina y de la obediencia hacia los padres y educadores, a través del diálogo o, incluso, del castigo, que no tiene por qué ser físico y que puede ser, según la edad del niño, más efectivo que aquél (impedirle ver su programa favorito de TV durante una semana, impedirle salir a jugar con sus amigos, etc).

En el mundo en que nos ha tocado vivir, existen peligros que pueden desembocar en situaciones fatales y que son imposibles de listar, ya que en la menos imaginable de las situaciones se puede presentar el riesgo.

Si nuestras vidas fueran tan planificadas que resultaran casi inmutables, podríamos hacer un listado de «situaciones y objetos» que puedan ser peligrosas. Ello nos permitiría hacer las previsiones necesarias para evitar el riesgo, pero, sin embargo, nuestra vida es un cambio continuo con aportaciones tecnológicas nuevas que van modificando nuestra propia existencia. A esos retos se enfrentan los niños, además, con mayor peligro, por su desconocimiento, por su inexperiencia o por su inconsciencia. Se puede hacer una clasificación de «haga esto» o «no haga esto», pero ninguna lista podrá sustituir a una acción inteligente de educación, formación y prevención, utilizando las cuatro reglas antes mencionadas.

RIESGOS PREVENIBLES

* Caídas: Tan pronto como el niño es capaz de darse la vuelta y moverse, es capaz de rodar y caerse. Como, además, crece muy rápido, eso puede llegar casi de repente. No le debe dejar solo en lugares altos, tales como mesas, sillones, etc., ya que su tendencia natural a moverse le puede hacer caer. Hay que tener en cuenta que muchos niños a los seis meses, y algunos incluso un poco antes, ya son capaces de gatear, así que hay que impedirle el acceso por medio de vallas o puertas a aquellos lugares donde pueda dañarse a sí mismo. Se ha de acudir de inmediato a un médico si el golpe ha sido en la cabeza o si tiene alguna dificultad para mover alguna de las articulaciones.

* Quemaduras: Entre los tres y los cinco meses el bebé ya empezará a hacer movimientos de agarre y, por tanto, empezará a coger cosas que queden a su alcance y lo hará normalmente de manera inesperada. Así que no es prudente nunca comer o beber cosas calientes cerca del niño o cuando se le tiene cogido, porque en una de sus maniobras bruscas podrían caerle encima y quemarlo. Si el niño sufre una quemadura, aunque sea leve, póngale agua fría, cubra la zona quemada con un paño limpio y acuda al médico.

* Atragantamiento: El niño pequeño está en plena fase de exploración de su entorno y, por tanto, tiende a llevarse cualquier cosa a su boca. Por ello, es extremadamente importante que NUNCA se deje al alcance de un niño nada susceptible de ser tragado por él. Si por desgracia esto ocurre, ha de practicársele de inmediato maniobras de desobstrucción, poniéndolo boca abajo apoyado sobre las propias rodillas y dándole golpes secos entre los omóplatos con la palma de la mano abierta. Esta maniobra sólo debe ejecutarse con el niño BOCA ABAJO y nunca en niños mayores o adultos, ya que se corre el riesgo de que el objeto que obstruye baje más y sea imposible sacarlo. Si es un niño mayorcito, que ya pesa mucho para ponerlo boca abajo, se le debe intentar practicar la maniobra de desobstrucción de Heimlich, que es un sistema básico de resucitación que debería ser conocido, aprendido y practicado por todo el mundo, ya que su uso ha demostrado ser muy útil, cuando se utiliza correctamente, para salvar vidas de niños y adultos.
Mientras se está practicando ésta u otra maniobra, alguna otra persona debería estar llamando al 061(Urgencias Sanitarias) para que acuda por si no se consigue desobstruirlo, y hay que buscar, como sea, una vía aérea, ya que, en este caso, escasos minutos serán la diferencia entre la vida normal, la vida vegetativa o la muerte.

* Ahogamiento: Nunca se ha de dejar a un niño pequeño solo en una bañera o en una pequeña piscina con agua que le sobrepase las rodillas. Puede resbalar y quedar sumergido y ahogarse.

* Intoxicaciones: Ésta es una de las causas más habituales de accidentes en los niños y por ello le dedicamos más atención.

Actualmente, en todas las casas existen cada vez más medicamentos, productos de limpieza, pinturas, cosméticos, etc. El niño, debido a su natural curiosidad, trata de adquirir cada día más conocimientos del mundo que le rodea, y toca todo, se lleva cosas a la boca, etc.

Pues bien, esa curiosidad puede llevarle a la muerte si no se toman las precauciones debidas, y no estaría de más recordar que hablamos de un problema que afecta en nuestro país a más de 20.000 niños cada año. Pero empecemos por el principio:

Cada año mueren más de 400 niños menores de cuatro años por causa de accidentes...

Los niños experimentan hoy riesgos nunca antes imaginados por las generaciones precedentes. Esa es la contrapartida a los avances tecnológicos, que tanto han contribuido a enriquecer y facilitar nuestras vidas como a generar en ella nuevos riesgos, y los niños, por su naturaleza inquieta y curiosa, son las víctimas más propicias para sufrir las consecuencias.

Un accidente puede ser definido como una situación repentina, inesperada, fortuita, imprevisible, que puede resultar en daño o muerte. Teniendo en cuenta esto, se podría afirmar que la palabra accidente debería ser usada con criterio más restrictivo a la hora de describir algunas de las situaciones que vamos a plantear en este tema, puesto que más que situaciones fortuitas, o inesperadas, éstas son, en su mayor parte, riesgos prevenibles, y, por tanto, dejan de ser accidentales, ya que ese término implica casualidad, mala suerte, etc. La mayoría de las situaciones que describiremos a continuación son fruto, no de un fenómeno natural o del azar, sino de un descuido o de una negligencia en el cuidado de las cosas o de las situaciones que pueden provocar daño a los niños. Esta afirmación anterior no implica que todos los riesgos puedan ser eliminados; de hecho, desde que nacemos estamos en permanente peligro, pero, al menos, sí que podemos minimizarlos y disminuir sus consecuencias.

El nivel de riesgo de un niño va a variar en función de la edad, el sexo, el hábitat y los niveles educativo y de inteligencia del menor. Dependiendo de una u otra variable, así deberá ser nuestra intervención.

Hay cuatro factores educativos que son claves para abordar el tema de la seguridad infantil y que los padres, maestros o cuidadores de los niños, deben tener en cuenta:

1. Protección: Eso significa prevenir la situación antes de que suceda. Ej. No dejar cuchillos a su alcance, evitar dejar cables conectados a su alcance, cerrar bajo llave las medicinas y productos tóxicos, no permitirle circular por la cocina cuando hay algo al fuego, etc.

2. Disciplina: Implica el dictado de normas razonables de obligado cumplimiento por parte de los niños. Por ejemplo, no soltarse nunca de la mano del adulto cuando están en una calle, no asomarse al balcón, volver a casa a una hora establecida, etc.

3. Reglamentación: Eso lleva consigo el guiar el comportamiento del niño a través de reglas muy claras, que variarán de acuerdo con la edad y con el discernimiento del niño. A un niño de cuatro años no se le permite cruzar la calle solo. A un niño de 6 años se le permite cruzar la calle bajo supervisión y enseñándole a mirar; a un niño de 10 años se le permite ir a casa de un amigo que vive a dos bloques de su casa, siempre que regrese a una hora fijada por los padres, etc.

4. Enseñanza. Ésta es la más importante de las cuatro, ya que implica el compartir información con el niño y enseñarle a usarla, darle ejemplo con el propio comportamiento y no hacer delante de él lo contrario de lo que se le trata de enseñar. Por ejemplo, montar en bicicleta debe implicar siempre el uso del casco y no debe hacerse fuera de áreas seguras y sin conocer las señales de tráfico imprescindibles.

Respecto a la educación, es también conveniente señalar que a los niños se les debe ir otorgando grados crecientes de autonomía, para que vayan asumiendo riesgos adecuados a su capacidad de respuesta. En este terreno se da un error con frecuencia cometido por los padres hiperprotectores, ya que, con su excesiva protección, impedirían que los niños sepan enfrentarse a los riesgos en situaciones determinadas.

Es importante hablar mucho con el niño y enseñarle, básicamente, tres cosas:

1. A distinguir entre riesgos asumibles y otros que no lo son en absoluto.

2. A discernir la mejor manera de afrontar aquellos peligros que no pueden ser evitados de antemano.

3. El valor de la disciplina y de la obediencia hacia los padres y educadores, a través del diálogo o, incluso, del castigo, que no tiene por qué ser físico y que puede ser, según la edad del niño, más efectivo que aquél (impedirle ver su programa favorito de TV durante una semana, impedirle salir a jugar con sus amigos, etc).

En el mundo en que nos ha tocado vivir, existen peligros que pueden desembocar en situaciones fatales y que son imposibles de listar, ya que en la menos imaginable de las situaciones se puede presentar el riesgo.

Si nuestras vidas fueran tan planificadas que resultaran casi inmutables, podríamos hacer un listado de «situaciones y objetos» que puedan ser peligrosas. Ello nos permitiría hacer las previsiones necesarias para evitar el riesgo, pero, sin embargo, nuestra vida es un cambio continuo con aportaciones tecnológicas nuevas que van modificando nuestra propia existencia. A esos retos se enfrentan los niños, además, con mayor peligro, por su desconocimiento, por su inexperiencia o por su inconsciencia. Se puede hacer una clasificación de «haga esto» o «no haga esto», pero ninguna lista podrá sustituir a una acción inteligente de educación, formación y prevención, utilizando las cuatro reglas antes mencionadas.

RIESGOS PREVENIBLES

* Caídas: Tan pronto como el niño es capaz de darse la vuelta y moverse, es capaz de rodar y caerse. Como, además, crece muy rápido, eso puede llegar casi de repente. No le debe dejar solo en lugares altos, tales como mesas, sillones, etc., ya que su tendencia natural a moverse le puede hacer caer. Hay que tener en cuenta que muchos niños a los seis meses, y algunos incluso un poco antes, ya son capaces de gatear, así que hay que impedirle el acceso por medio de vallas o puertas a aquellos lugares donde pueda dañarse a sí mismo. Se ha de acudir de inmediato a un médico si el golpe ha sido en la cabeza o si tiene alguna dificultad para mover alguna de las articulaciones.

* Quemaduras: Entre los tres y los cinco meses el bebé ya empezará a hacer movimientos de agarre y, por tanto, empezará a coger cosas que queden a su alcance y lo hará normalmente de manera inesperada. Así que no es prudente nunca comer o beber cosas calientes cerca del niño o cuando se le tiene cogido, porque en una de sus maniobras bruscas podrían caerle encima y quemarlo. Si el niño sufre una quemadura, aunque sea leve, póngale agua fría, cubra la zona quemada con un paño limpio y acuda al médico.

* Atragantamiento: El niño pequeño está en plena fase de exploración de su entorno y, por tanto, tiende a llevarse cualquier cosa a su boca. Por ello, es extremadamente importante que NUNCA se deje al alcance de un niño nada susceptible de ser tragado por él. Si por desgracia esto ocurre, ha de practicársele de inmediato maniobras de desobstrucción, poniéndolo boca abajo apoyado sobre las propias rodillas y dándole golpes secos entre los omóplatos con la palma de la mano abierta. Esta maniobra sólo debe ejecutarse con el niño BOCA ABAJO y nunca en niños mayores o adultos, ya que se corre el riesgo de que el objeto que obstruye baje más y sea imposible sacarlo. Si es un niño mayorcito, que ya pesa mucho para ponerlo boca abajo, se le debe intentar practicar la maniobra de desobstrucción de Heimlich, que es un sistema básico de resucitación que debería ser conocido, aprendido y practicado por todo el mundo, ya que su uso ha demostrado ser muy útil, cuando se utiliza correctamente, para salvar vidas de niños y adultos.
Mientras se está practicando ésta u otra maniobra, alguna otra persona debería estar llamando al 061(Urgencias Sanitarias) para que acuda por si no se consigue desobstruirlo, y hay que buscar, como sea, una vía aérea, ya que, en este caso, escasos minutos serán la diferencia entre la vida normal, la vida vegetativa o la muerte.

* Ahogamiento: Nunca se ha de dejar a un niño pequeño solo en una bañera o en una pequeña piscina con agua que le sobrepase las rodillas. Puede resbalar y quedar sumergido y ahogarse.

* Intoxicaciones: Ésta es una de las causas más habituales de accidentes en los niños y por ello le dedicamos más atención.

Actualmente, en todas las casas existen cada vez más medicamentos, productos de limpieza, pinturas, cosméticos, etc. El niño, debido a su natural curiosidad, trata de adquirir cada día más conocimientos del mundo que le rodea, y toca todo, se lleva cosas a la boca, etc.

Pues bien, esa curiosidad puede llevarle a la muerte si no se toman las precauciones debidas, y no estaría de más recordar que hablamos de un problema que afecta en nuestro país a más de 20.000 niños cada año. Pero empecemos por el principio:

¿Qué entendemos por intoxicaciones agudas?

Son una forma particular y diferenciada de los accidentes, que se caracteriza por producir, con la llegada del tóxico al organismo a través de diversas vías, alteraciones anatómicas y/o funcionales del mismo.

La variedad casi infinita de posibles causantes de intoxicaciones (tóxicos) hacen que sea muy difícil conocerlas detalladamente, por lo que es habitual describir las más frecuentes y saber de la existencia del Instituto Nacional de Toxicología de Madrid, que atiende durante las 24 horas del día llamadas para resolver este tipo de emergencias. Los números de teléfonos, (91)5620420, (93)3009439 (Barcelona), (954)371233 (Sevilla), deberían estar al alcance de cualquier persona que tenga que tratar con niños, ya que los minutos siguientes a esa intoxicación pueden ser decisivos para su vida.

En estos casos, la pregunta que hará el experto será ¿qué tipo de tóxico ingirió?.

Si ese tóxico es conocido, la solución vendrá dada en tres tipos de respuesta:

a) No hay peligro.
b) Existe un peligro potencial.
c) El peligro es inmediato y requiere asistencia urgente.

Si se desconoce el tóxico, habrá que actuar en base a describir los síntomas al especialista y seguir a rajatabla lo que él recomiende, sin pérdida de tiempo Es un hecho bien conocido que las intoxicaciones constituyen el 10% del total de los accidentes producidos durante el desarrollo. Los tres elementos básicos en su producción son:

1) El niño.
2) El ambiente.
3) El tóxico.

1) El niño.

Es el agente directo de la intoxicación en el 90% de los casos. Como ya dijimos en la introducción, el niño tiene una gran curiosidad, como parte integrante de su desarrollo emocional e intelectual. Es distraído, porque se mete en un mundo particular. Desconoce el peligro, porque no ha adquirido experiencia previa.
Por estas razones, es fácilmente comprensible que el mayor porcentaje de intoxicaciones ocurra en niños de 1-4 años. Por debajo de los 2 años, predominan las intoxicaciones con productos guardados a nivel del suelo (detergentes, pesticidas, raticidas, disolventes, aguarrás) y a partir de los tres años los guardados en niveles medios y altos.
Un tipo de intoxicación que ocurre a cualquier edad suele ser la causada involuntariamente por la familia del niño o por sus cuidadores, quienes se equivocan a la hora de suministrar un medicamento y aumentan desproporcionadamente su dosis.

2) El ambiente.

Existen factores socioculturales que han sido invocados como causas de este problema, sin que se haya visto, en cambio, una correlación clara con aspectos económicos. La conclusión final es que, por diversas razones, existe una mala adecuación del mundo del adulto al del niño, y prueba de esto es el hecho de que 3/4 partes de las intoxicaciones en niños ocurren en momentos en que están teóricamente vigilados.

3) El tóxico.

Existen más de 300.000 productos químicos y más de 10.000 medicamentos, muchos de ellos presentados de manera atractiva para favorecer su ingestión. Sólo algunos de ellos son responsables de la mayor parte de las intoxicaciones, pero todos constituyen un riesgo. En nuestro entorno, los medicamentos son los principales responsables de las intoxicaciones infantiles, seguidos no muy de lejos por los productos de uso doméstico, tales como los detergentes y la lejía. Afortunadamente, son cada vez menos frecuentes las quemaduras internas por Hidróxido de Sodio y por los terribles «desatascadores», que destruyen el esófago.

Otros tóxicos, menos habituales, incluyen los alimentos, de los que ya se ha hablado al tratar sobre las toxiinfecciones alimentarias, y las sustancias usadas en determinados productos de uso corriente, como pinturas, tizas, tinta, etc.

La forma de presentación del tóxico es, en muchas ocasiones, la que facilita la misma debido a que puede dar lugar a confusiones. La presentación típica en muchas casas de múltiples elementos juntos en frascos llenos, de acceso sencillo (armarios, cajones), con cierre simplificado, facilita al pequeño curioso el acceso a tales lugares. Así mismo, la semejanza que existe de determinados medicamentos con golosinas, es también, con frecuencia, causa de problemas.
De hecho, es una de las grandes preocupaciones de las autoridades sanitarias, que han obligado a las empresas farmacéuticas a diseñar frascos de seguridad para que no puedan ser fácilmente abiertos por los niños.

Los tóxicos pueden acceder al organismo por medio de tres vías

1) Digestiva.
2) Respiratoria.
3) Cutáneo-Mucosa.

1) La vía digestiva es la más frecuente y es la que permite medidas más eficaces para la retirada del tóxico. Se caracteriza por el gran daño que produce y por la baja frecuencia de muertes que ocasiona. De los que acceden por esta vía destacan los productos medicinales, los productos industriales de uso doméstico y las flores, arbustos y plantas, que se encuentran en las casas expuestos a la «voracidad» de los niños.

2) La entrada por vía respiratoria es menos frecuente, pero, en general, mucho más grave. Destacan en ella las intoxicaciones por humo, por monóxido de carbono, por insecticidas en polvo o por derivados alcanforados. Afectan al Sistema Nervioso Central, al Hígado o al Riñón.

3) La vía cutáneo-mucosa es también poco frecuente, aunque de muy alto riesgo. Son especialmente graves las intoxicaciones por derivados organofosforados.

Los efectos que ejercen los tóxicos sobre el organismo son muy variados. Dependen del tipo de tóxico, de la dosis y de la sensibilidad individual.

Existe una enorme diferencia entre los diferentes tipos de tóxicos a la hora de manifestarse.
Los hay que apenas dan síntomas y otros, en cambio, aún en pequeñas cantidades, son incompatibles con la vida. Dada esa enorme variabilidad, es difícil precisar síntomas específicos propios de cada uno de ellos.

Diremos que, genéricamente, hay algunos signos externos que pueden orientar el diagnóstico y que ayudarán considerablemente a la labor del médico cuando tenga que instaurar un tratamiento. Entre ellos destacaremos:

* Quemaduras y ulceraciones en las mucosas: Ácidos y Álcalis corrosivos.
* Olor del vómito, si se ha producido: orientará el tipo de tóxico.
* Hiperexcitabilidad, agitación, delirio: Alucinógenos, barbitúricos, Monóxido de Carbono.
* Somnolencia, coma: alcohol, tranquilizantes, sedantes.

El tratamiento general de las intoxicaciones debe ser aplicado por el médico o en un centro hospitalario, pero hay algunas cosas que pueden ayudar si la urgencia del caso lo exige y la lejanía de un centro hospitalario o de ayuda médica así lo aconseja:

Lo que procede hacer es:

Considerar que el producto ingerido lo ha sido en cantidad suficiente como para producir daño y, por tanto, actuar en consecuencia. En una palabra, no confiarse por creer, al haber encontrado, pongamos por caso, en la boca del niño algunas pastillas, que éste no debe haber tragado bastantes más. Hay que tener siempre presente que, mientras no nos demuestren lo contrario,

TODA INTOXICACIÓN ES UNA URGENCIA Y DE LA RAPIDEZ CON QUE SE ELIMINE EL TÓXICO PUEDE DEPENDER LA VIDA DE UN NIÑO.

A partir de ese momento, es necesario ponerse en contacto con el Instituto Nacional de Toxicología y actuar de acuerdo con sus recomendaciones La prevención es un factor fundamental para evitar más del 90% de las intoxicaciones.

Ésta debe proyectarse sobre los tres elementos básicos de su producción:

1) El niño.
2) El ambiente.
3) El tóxico.

1) Sobre el niño, porque éste necesita primero protección y después educación.
2) Sobre el ambiente, porque son los médicos, educadores y familiares quienes tienen el deber de conocer los riesgos y poner las medidas adecuadas para prevenirlos.
3) Sobre el tóxico, ya que éste debe ser controlado desde su fabricación hasta su consumo.

Además, se debe disponer de la mayor información posible y los cierres deben ser, como ya dijimos, a « prueba de niños».

Para evitar todas estas posibles causas de riesgos, habría que realizar un examen o un chequeo de posibles cosas que pueden estar al alcance de los niños o de situaciones que puedan significarles un peligro y que, por nuestro descuido o negligencia, puedan provocar una situación irreversible.

Cualquiera de las circunstancias de peligro que hemos descrito aquí, que son las más frecuentes, y otras muchas que se pueden presentar, podrían ser evitadas con precaución, educación y formación.

Precaución para anticiparse a los riesgos.

Educación para evitar que los niños se pongan en riesgo.


Formación para minimizar las consecuencias de una situación que se haya producido a pesar de esas precauciones que hemos tomado.

BIBLIOGRAFÍA

American Academy of Pediatrics. The Injury Prevention Program. Illinois: «Tipp», 1993.
Arena JM, Bachar Settle M. Child Safety is no accident. New York: Berlkeley Books Ed., 1987.
Children´s Safety Network. A data book of child and adolescent injury. Washington: National Center for
Education in Maternal & Child Health, 1991


ACCIDENTES INFANTILES / LIBRO DE SALUD PUBLICA
 Milagros Torres García, José R. Calvo Fernández, Mª del Carmen Navarro Rodríguez, José Calvo Rosales, José Mª Segura Blázquez y Anselmo López Cabañas.
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