La anestesia (del gr. ἀναισθησία, que significa "insensibilidad")/II

viernes, 17 de febrero de 2012 | comentarios

La historia inicial de la introducción de la anestesia por éter en Norteamérica ha sido asunto de intensas controversias, pero los hechos principales pueden ser señalados de una manera muy breve en la forma siguiente: el empleo de las bebidas soporíficas de Dioscórides y la esponja soporífica de los salernitanos fueron desconocidas de Ambrosio Paré, y murieron en el siglo XVII, pero era en cierto modo costumbre durante el principio del siglo XIX, que los cirujanos intoxicaran al paciente con alcohol o con opio en los casos que necesitaban completa relajación muscular, tales como la reducción de luxaciones, las ligaduras de las grandes arterias o las operaciones de hernia. Se empleó también el hipnotismo, y hasta la sugestión, como en el caso de Dupuytren, que produjo un conveniente des­mayo por una frase brutal. En marzo de 1842, el Dr. Crawford Williamson Long (1815-78), de Danielsville, Georgia, graduado de la Universidad de Pensilvania (1839), después de haber notado previamente algún efecto anestésico accidental del éter extirpó un pequeño tumor quístico de la parte posterior del cuello en un paciente bajo la influencia de esta substancia, y después lo usó en otros casos (1842-43), que han sido ampliamente certi­ficados y atestiguados por médicos residentes de la localidad. Pero Long no publicó ningún informe de sus resultados, y según lo ha dicho Welch, “no podemos señalarle ninguna influencia sobre el desarrollo histórico de nuestros conocimientos de la anestesia quirúrgica ni ninguna participación en su introducción en el mundo entero". Long no tuvo a nadie que extendiera su trabajo, como Lizars hizo en el caso de McDowell. Sir Humphry Davy (1788-1829), de Penzance, Inglaterra, experimento sobre sí  mismo con el óxido nitroso, y aseguró que "probablemente podría ser usado con ventaja en las operaciones quirúrgicas en que no se necesitara efusión de sangre". En 1844, Horace Wells (1815-48), dentista en  Hartford, Connecticut, comenzó a emplear el óxido nitroso en la destinteria, y comunicó  sus  resultados  a  su  amigo y antiguo  socio  William Green Morton (1819-68), de Charlton, Massachusetts; pero un caso fatal obligó a Wells a retirarse de la práctica, y finalmente se quitó la vida.  Morton, mientras tanto, había estudiado medicina, y había tenido como preceptor al Dr. Charles T. Jackson, químico hábil que le señaló el efecto anestésico del éter clórico, que procedió a aplicar para hacer un de relleno de un diente en julio de  1844. Muy interesado, Morton siguió adelante sus investigaciones, y subsecuentemente supo por Jackson que el  éter sulfúrico es también anestésico, por lo cual lo aplicó inmediatamente para extraer un diente bicúspide profundamente arraigado en uno de pacientes. Morton entonces visitó al Dr. John Collins Warren, del Hospital General de Massachusetts, y lo persuadió para que se ensayara el nuevo anestésico en un procedimiento quirúrgico, sin revelar, sin embargo, el nombre del medicamento. La operación se efectuó en el hospital el  16 de octubre de  1846, y el caso era de un tumor congénito pero superficial de naturaleza vascular, justamente al lado de la mandíbula, al lado izquierdo del cuello. El tumor fue disecado por Warren en cinco minutos, y al volver a la conciencia el paciente, el Dr. Warren exclamó: "Señores, esta no es ninguna broma". Al día siguiente fue extirpado un gran  tumor del hombro por Hayward, con Morton como anestesista, y de nuevo éxito. El 18 de noviembre de 1846 se anunció el descubrimiento al en un trabajo firmado por Henry J. Bigelow, publicado en el Boston Medical and Surgical Journal. Fue en gran parte debido al alto carácter y a la reputación de hombres como Warren y Bigelow por lo que la anestesia del éter fue tomada en serio por todo el mundo, y se convirtió en una parte permanente de la cirugía operatoria. Morton trató de patentar el medicamento con el nombre de "letheon"  (1846), riñó con Jackson acerca sus respectivos derechos legales, y no anunció que la substancia que usaba era el éter sulfúrico sino hasta 1847. Mientras tanto, Robert Listón había amputado el muslo bajo anestesia general con éter en diciembre de 1846; Syme ensayó el procedimiento en Edimburgo en 1847, y Pirogofv escribió un pequeño manual sobre la "eterización" en 1847, y lo usó más tarde en toda su práctica quirúrgica en Crimea. Los términos "anestesia" y "anes­tésico" fueron propuestos por Oliver Wendell Holmes. El 19 de enero 1847, Sir James Young Simpson (1811-70), profesor de obstetricia en Edim­burgo, empleó el éter en la práctica obstétrica por primera vez en la Gran Bretaña, pero el 4 de noviembre de 1847 lo substituyó por cloroformo, que era uno de los descubrimientos de Liebig, de Guthrie y de Soubeiran y, quedó tan impresionado con sus ventajas sobre el éter en el trabajo obstétrico que publicó sus resultados unas semanas más tarde. Los efectos estos descubrimientos sobre la medicina y la cirugía fueron notables en muchos aspectos. Primero que nada, el cirujano, que en los días preanestésicos tenía que apresurarse en una operación hasta proceder con la velo­cidad del relámpago, y con grandes desventajas ocasionadas por los esfuerzos musculares y los sufrimientos del paciente, podía ahora tomar todo el tiempo necesario y por lo tanto ejecutar muchas operaciones imposibles bajo las antiguas condiciones. Sir Clifford Allbutt relata lo siguiente: "Cuando yo era niño, los cirujanos que operaban sin anestesia eran puestos uno frente de otro, como si se tratara de individuos que iban a correr y esta­blecer un tiempo. Era el mejor cirujano, tanto para el paciente como para el espectador, el que rompía el límite de los tres minutos en una ampu­tación o en una litotomía. ¿Qué lugar había en estas operaciones que rom­pían el récord de tiempo para todas las precauciones antisépticas? La in­munidad para el dolor, preciosa como era, cuando vemos más allá del individuo, era menos importante que la economía de tiempo. Con los anes­tésicos terminó la cirugía a toda velocidad; la anestesia dio tiempo a que las teorías de Pasteur y de Líster fueran adoptadas en la práctica" (John Hopkins Hospital, Bulletin, Baltimore, 1898, IX, 281). Habían terminado los días de las hazañas manuales y de la prestidigitación de un Cheselden, un Langenbeck, de un Fergusson, o de un Pirogoff, que dieron lugar a procedimientos cuidadosos y deliberados. Unas cuantas bocanadas de clo­roformo permitían a la mujer en trabajo de parto enfrentarse a los terribles dolores del parto con mayor facilidad y seguridad, y el obstetra podía tra­bajar con las mismas ventajas que el cirujano. Tanto cirujano como obs­tetra se especializaban, cuando era necesario, como operadores, mientras que los trabajadores de laboratorio de la fisiología y de otras ramas de la me­dicina experimental no podían ya sentir preocupación. En ambos campos la anestesia, según la memorable frase de Weir Mitchell, era "la muerte del dolor".


Dr.Fieldin H Garrison


Historia de la  Medicina

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