La Gota
Su registro es claro desde los tiempos hipocráticos, o sea en el siglo V a.C. En el Corpus hipocraticum hay reiteradas menciones de la podagra, y lo mismo ocurre en los escritos de Celio Aureliano, quien nos informa que Erasístrato, el famoso medico alejandrino, escribió una monografía sobre la gota, que por desgracia se ha perdido. Plinio, escribiendo en el siglo I d. C., señala que la gota ha aumentado en frecuencia entre los romanos; su contemporáneo, el estoico Seneca (quien no perdía oportunidad de criticar la vida escandalosa y disoluta de la Magna Roma), comenta que la gota afecta por igual a hombres y mujeres, lo que no es de extrañar, porque el sexo femenino imita los excesos del masculino en todos sus detalles. También Galeno dice: “En los tiempos de Hipócrates se vivía con tal moderación que solo unos cuantos sufrían de la podagra, mientras que en nuestros tiempos, en que la sensualidad ha alcanzado las máximas alturas concebibles, el número de enfermos con gota ha crecido de tal manera que ya no es posible calcularlo.”
La gota continua siendo objeto de comentarios en los siglos siguientes, por Constantino el africano, Paolo de Egina, Alejandro de Tralles, Razes, Albucasim, Avicena y Avenzoar, aunque casi todos son simplemente copias de Galeno.
LA descripción clásica de la gota fue hecha en el siglo XVII por Sydenham, quien anoto minuciosamente la evolución de un caso estudiado durante 40 años: el suyo propio. Con este autor ingles y con van Swieten la gota se separo definitivamente del reumatismo, aunque adquirió el carácter de “diátesis” y con eso la confusión, en lugar de haberse resuelto, simplemente se cambio por otra, que solamente ha empezado a aclararse en nuestros tiempos.
RUY PEREZ TAMAYO. ENFERMEDADES VIEJAS Y ENFERMEDADES NUEVAS pág. 36-37